Por siempre

Cayó el sol, las aves durmieron. Mis ojos presenciaron frente a mí la profundidad de la noche, que amenazaba con fuerza con oscurecer toda la luz que gozaba. El día no sería más, la penumbra reinaría por siempre en el lugar que antiguamente obsequiaba rayos de sol, ya la noche había llegado. Mientras los últimos destellos de su partida caducaban, aquel astro que deslumbraba de día vio lágrimas rodar por mis mejillas, llorando su partida. Y se detuvo. Y con su suave voz dijo: “No llores, estarás bien.” Sus palabras me hicieron recordar el tiempo que pasamos juntos, lo felices que solíamos ser. Al hablar me hizo pensar en lo diferente que sería la vida sin su compañía. Con su partida pude entender cuánto me había enamorado y lo mucho que lo echaría de menos. Siguió hablando. “Sé cuánto me amaste,” comentó. “Pero ese ‘por siempre’ ya expiró… Sin embargo, no temas, al irme llegará la luna, a quién podrás amar igual de lindo como lo haces, con quien serás más feliz de lo que fuiste conmigo. Te enamorarás de ella y se merecerá tu amor. Aunque la noche toque tu puerta no estarás solo, con ella podrás afrontar todo lo que tengas por delante y a su lado estarás feliz.” Secándome las lágrimas le dije: “Adiós sol, te quiero.” Contestó: “Yo también te quiero” y se desvaneció en el horizonte.
Extraño al sol cada día que pasa, más sigo viendo al cielo, esperando a la luna. Sé que pronto aparecerá, que la amaré con mi corazón completo y que, con ella, seré feliz por siempre.

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