Hoy quiero ser el pájaro del agua

“EL BRILLO DEL ASFALTO”

El brillo del asfalto, los charcos del camino, la noche que se impone y el grito del crepúsculo lejano, que muere, que se apaga sin remedio, pronuncian el silencio, la pausa más secreta, las voces escondidas que quieren proteger a las ardillas que buscan su guarida con premura, tal vez a los raposos que salen por las noches, buscando a quién dar muerte: de instintos cazadores, ya sabe que suelen los raposos, en la noche, buscar a los roedores, buscarlos en la sombra, tomarlos como pago de todos sus trabajos, pues son hábiles, buscando en cada parte alguna presa.
La noche se ha instalado de nuevo entre nosotros, atentos a sus ecos. Y se oye el llanto triste de la noche, y, entonces, asistimos a su
llanto. El llanto de la noche se calla con la brisa y deja que hable todo: es tiempo del ladrido de los perros, es tiempo de los viejos manantiales. Las voces del arroyo, sabiendo de las sombras, persisten con sus cantos. Persisten con sus cantos esas aves que saben que la tarde va vencida. La tarde que nos queda tan solo es la derrota de lo que fue la tarde. Y entonces van entrando los ocasos que hubieron de anunciar los arreboles.
Y, siendo primavera -llegó la primavera-, la brisa se hace grata. Nosotros, los amigos de la brisa, sabemos que es propicia en estos casos. Y, siendo primavera -llegó la primavera-, la brisa nos complace, nos llena nuevamente de alegría, pues quiere ser amable con nosotros. Abril habla de lluvias, abril ofrece lluvias y cesan, por lo pronto, sabiendo respetar nuestro paseo, queriendo respetar nuestro camino. La senda, sin embargo, con barro y encharcada, nos hace más prudentes, si no hemos de manchar las zapatillas por estos pagos llenos de misterios.
Y el sol se pone triste. Muy pronto será tiempo de cantos muy distintos: los cárabos, las voces del mochuelo y el canto del autillo en la buhardilla. El canto del autillo que canta en la buhardilla, que gime en la buhardilla… Son estos los misterios de los búhos que habitaban no muy lejos de la costa. Los visteis en los pueblos, los visteis en las villas, tal vez en las aldeas… Y el canto del autillo en la buhardilla también os trae recuerdos del pasado, las voces de un pasado que queda en los ochenta, si yo no me equivoco. Y digo que yo sé que en ese tiempo sus voces eran algo diferente.
Los ecos del reclamo del pájaro del agua, las voces que nos llaman perdidas en las sombras de la noche lluviosa del abril de primavera, los charcos del camino, los ecos del camino y el brillo de la hierba que siente la caricia perfumada del aire, cuando quiere ser el aire… Y sé que, en los ochenta, cercanos a la almohada, supisteis escucharlo, como esos sacerdotes de lugares exóticos que adoran viejos dioses. Las voces del autillo, los gritos de los cárabos, la luz de las estrellas y toda la aventura de vernos caminar, siendo tan jóvenes, si somos hoy ya jóvenes, se entiende…
Hoy quiero ser el pájaro del agua.

2022© José Ramón Muñiz Álvarez

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