El pájaro del agua

EL PÁJARO DEL AGUA

El pájaro del agua cantaba en primavera. Maruja lo decía, Maruja lo escuchaba cada noche. Los viernes lo escuchábamos, callados, en la buhardilla aquella del entonces. Mi madre me contaba también curiosidades, y, a veces, los maestros explicaron el celo de estas aves migratorias.
El pájaro del agua… Y el pájaro del agua seguía con su canto, su voz llena de músicas extrañas en el abril que trajo tantas lluvias. Abril era de lluvias y granizos en esa Asturias nuestra. En esa Asturias nuestra, también el mes de abril fue el privilegio de todos los que amamos esa música: la música del pájaro que canta con el agua.
Y el pájaro del agua cantaba sus chaconas y sus gigas. Nosotros escuchábamos su canto: mi abuela, si era en casa de mi abuela; mi madre, si era en casa. Y amaba aquella música que había de durar todo el verano. De pronto, aquella infancia se me esfuma.
¿Me faltan los castillos callados de la infancia? No sé, pero imagino que soy una buhardilla, en el otoño, que añora el canto fresco de las aves que llegan en abril, de madrugada. Y el pájaro del agua, feliz y en libertad, también fue cosa mía, pues fue mío su canto, dado al aire y vuelto verso.
El canto del autillo que llora en la buhardilla podía ser poesía, podía ser la prosa de un idiota que vive haciendo versos, sin embargo. Y vivo de recuerdos solamente: recuerdos de mi abuela Maruja en la buhardilla, Pilar siempre en la tienda, Carmelita también, cuando salía de la escuela.
Y el pájaro del agua y el canto del autillo se hicieron cosa mía. Y yo tomé cuartillas en cajones, atento a dibujar esa silueta. Y supe dibujarla con mis trazos: la noche era el imperio del alma de la muerte, de todos los difuntos, los vampiros, los ecos de la voz del conde Drácula…
Y yo me fascinaba: el canto de este pájaro se hacía misterioso. Mi mente, cementerio de locuras, quería suponerlo, muchas veces, un ángel destronado en este mundo. Y no infundía miedo. Voló mi fantasía, sin gran temor, no lejos de sus alas. Yo amaba aquella música serena.
El pájaro del agua… Su voz pausada y dulce llenaba cada sombra. Yo adoro aquellos cantos del entonces, yo adoro los recuerdos del entonces, zagal de doce solo, o muchos menos. Y estaba fascinado, vivía obsesionado por ese canto bello que renace por estas tierras verdes y encendidas.
La nueva primavera me vence con sus noches, y el pájaro del agua. Yo mismo soy crepúsculo callado, que llora en aventuras y nostalgias los versos del arroyo, si los dicta. De pronto, con la noche, mi voz es de ese pájaro. Y quiero ser el pájaro del agua, perderme con el pájaro del agua.
Un cierto malditismo me explica que mi espíritu pretende esos afanes. Entonces soy el pájaro del agua, me pierdo con el pájaro del agua, disfruto cuando canto su reclamo. Y todo es la mentira que mienten los poetas que saben escribir sus necedades, igual que esta que miras, sin apuro.

2022 © José Ramón Muñiz Álvarez

 

Related Articles

Responses