Cartas de un suicida

Me senté.
El frío aire chocaba contra mi rostro y la luz solar que poco a poco se perdía en el ocaso, deslumbrante ante mis ojos, encendió la llama que hace mucho se había apagado.
Ya era muy tarde, la esperanza no regresó a tiempo, la luz se ocultó y -otra vez- la oscuridad me consumió.
Olvidé que dejaba atrás a todos aquellos quienes alguna vez me dieron su apoyo y sin tomarme el tiempo para pensarlo dos veces…
Salté.
Tal vez si hubiese tenido alguien que me dijera en ese momento “no lo hagas” el final sería diferente, pero la soledad se encargó de lanzarme al vacío.
Fin?

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