Navego
Y navego, navego, navego,
en un mar donde ella no es una concha vacía,
donde la veleidosa dama que ha abandonado
a la dama sentada a mi lado,
me anima a olvidar las cáscaras y
me invita a imaginar y a recordar,
me lleva de visita a ese mismo mar donde ya estoy,
plagado de la espuma de la risa,
de las olas del tiempo
y de los barcos de los corazones.
¿La quiero?
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