¿Y aquella flor?

Descuidado andaba yo,
cuando se me apareció la flor,
no sé ni de dónde salió,
sólo recuerdo la impresión,
y nada de lo anterior,
bala directa al corazón.
Abierta y olorosa,
era una rosa roja,
de pétalos sucios y carnosos.
Sin ser un manjar del todo,
eran apetitosos,
parecían sabrosos.
Sus ojos, quedaron fijos,
bien clavados en los míos,
apenas un segundo,
llegando a lo profundo.
Aquella flor me poseyó,
y un calor rugoso me dió.
Mi cuerpo también se entregó,
estoy oliendo su sudor.
Allí me recogí yo,
no era lugar, claro que no,
y antes de decirle adiós,
sin darme cuenta, se esfumó.
No pasó mucho tiempo,
hasta que salió a mí encuentro,
cuando íbamos por el sendero.
De aquella flor pobre,
nunca supe su nombre,
y continué con mi maestro.

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