Resaca

Ayer le pedí a mi mente que te olvidara, que dejara de pensar en ti y borrara tu memoria para siempre. Le dije lo mal que nos hacía aferrarnos a ti de tal manera, que tu recuerdo no era más que un mal trago. No podíamos continuar viviendo con una ilusión dentro de nosotros, con un fantasma que jamás estuvo vivo.

Poco a poco fui desprendiéndome de ti. Esta vez tenía la decisión y la fuerza para soltarte de una vez, para dejar que te esfumaras con la neblina de la mañana. Sentía dentro de mí que algo estaba cambiando y que podía seguir mi camino sin tenerte a cada instante en mis pensamientos; lo estaba consiguiendo.

Hoy tu recuerdo me invadió con violencia y locura; me sedujo, me abrazó y se impregnó en cada poro de mi piel. Ahí estabas de nuevo, tan fascinante, tan inocente, tan hermosa. No pude hacer más que tomar la botella y erguirla, tratando de llegar hasta el fondo, para poder embriagarme de ti, de tu esencia, de tu ser.

Con los sentidos alterados, la mente dispersa y el corazón extasiado, recordaba el color blanquezco de tu piel, el color miel de tu mirada, el oscuro y largo de tu cabello, la inexplicable armonía hipnótica en tu voz, la energía infinita contenida en tu ser. Si tan sólo pudieras ver en ti todas las cosas que yo puedo ver, entenderías lo que siento por ti.

Mañana me extasiaré de nuevo con tu recuerdo hasta no poder más. Dejaré que el corazón se regocije, que se empape de ti, que te tome sin ninguna limitación y sin temor a lo que pase después. Lo haré hasta quedar tendido en el suelo sin más remedio, hasta que el cuerpo se deje ir, hasta que la mente imprima tu memoria en mi ser.

Sin duda alguna eres mi licor favorito, mi vicio, mi debilidad. Le das al cuerpo vitalidad y fuerza; a la mente la puedes sosegar; al corazón le otorgas alegría y pasión; y al alma, le regalas quietud y armonía. Eres capaz de causar tantas cosas en mí con tan sólo tu recuerdo, el cual guardo en lo más profundo de mi ser.

Pasado mañana me curaré la resaca y juraré no volver a hacerlo de nuevo.