Yo sé donde habita el Amor.
Yo sé donde habita el Amor
en la otra orilla de tus riberas
en la incertidumbre del otro lado
en el navegar eterno que es tu mirada.
Allí ha de estar esperándome
entre juncos dorados y verdes aromas a menta
allí debe elevarse mi respirar profundo
espirando afuera la pena que me atormentaba.
Entonces?, ay Amor!
Por qué sabiendo cierto de tu morada,
del lugar exacto de mi deseo
no tengo el valor que me incline
me lleve a recoger el fruto, cáliz de mi alma?
Sólo puedo llenar con tu suerte el vacío de mi desgracia
arrancarme el calor de mí
y consumirme en el frío otoño de tu ausencia.
Quizá sea este el Amor
que oigo a lo lejos en el canto de mis mañanas
que oigo llorar luego de pena en el ocaso que pesa
y cae irremediable ante mis ojos cada día?
Quizá sea un Amor tan recóndito
inalcanzable al extremo
pero deseable hasta la muerte liberadora.
Quizá un Amor que no merezca
tan limpio y puro en su esencia
que no pusiera yo en riesgo
de manchar de mala tinta su inocente palabra.
Hubiera querido llorar innumerablemente
dejar esta extrañeza vana y vacía
que sin querer me hiere y me consume adentro.
Mas, quisiera liberarme, sin quererlo,
desintegrar el inevitable yugo que me atrapa.
Condenado estoy a seguirte, bendita luz que me mata,
a buscarte y retornar a tu existencia.
Mas, luego el dolor nos pudre las entrañas
…y luego morir?
El yo que me reviva, sí ha de surgir,
que una las piezas servibles de este desastre
recomponga paciente en desigual orden
lo que crea conveniente en su nueva alma.
El yo que suscribe y sufre ya estará lejos
inexistente polvo terrenal en esta tierra.
El yo temeroso de otras vidas
armose de valor al cruzar a la otra orilla.
Iluminado por la luz de tu mano
siguió tus pasos hasta dar con los suyos propios
huellas de otros tiempos, de otros yo olvidados
que quedaron imborrables en otras vidas ajenas.
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