XXXIV
Sostengo un cuchillo en mi mano,
Y miro a través de mis parpados abatidos,
¿Qué hago yo, entre deidades ostentosas?
¿Quién más habita esta ciudad tranquila?
Como si esta soledad fuera un ungüento,
El dolor será un placer sin sentido excepto,
Tal vez, un momento recordado, que deliró,
Y enloqueció con un lamento sereno.
Me persigue el eco de mis pecados,
Una aparición demacrada con gritos jadeantes,
Monumento de la memoria y los fracasos,
Quien revuelve el rio de la retribución.
Un proceso que llamare «melancolía»,
Cuando la luna se refleja en la ventana,
Y su semblante, abatido como un demonio,
Se convierte en el sol negro.
Sebastian Crugley (scrugley.carrd.co)
XXXIV forma parte del poemario Oceanos de Cemento.
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