Voces que me entristecen

Alegres voces. Voces de niños jugando afuera tan felices. Dulces voces que se reúnen siempre. Yo quisiera ser una de esas voces inocentes. Pero al parecer: o yo no existo, o nadie puede verme.

Nubes blancas y cielos azules y dorados, son los colores que me aguardan mas allá de aquella ventana. Oigo voces de niños que se funden en un cálido canto, que antes del anochecer, tiernamente me acompaña, y me envuelve enterita, en un mágico encanto.

Todos los días antes de que el brillante sol desaparezca en el horizonte, cierro mis ojos sin excepción. Me imagino que mi voz esta jugando a las escondidas con las demás, a las faldas de aquel verde monte; y mi corazón se me quiere salir de la emoción.

En mi mente Juego a que soy la princesa que rescatan. O la pequeña sirena que, de su cautiverio, la regresan al mar. Fantaseo que soy aquella chica a la que en secreto dos o tres niños la aman, y por mi amor, a varios dragones habrán de derrotar.

El aroma del pan recién horneado, como cada día por las tardes comienza a surgir. Me imagino que estoy con mis amigos compartiendo dulces pedacitos de pan con azúcar y no paramos de reír.

De pronto, un fuerte golpe escucho a lo lejos, es el violento portazo que tanto temo, y que quisiera que ya no sonara más. Mis manos ya tiemblan con desconsuelo, y dentro de mi, comienzo a rezar.

Mi pequeño cuerpo ya sabe lo que cada noche se le avecina, y mis ojos se comienzan a mojar. Ya mi mente se va preparando para resistir el gran peso que siente cuando se me encima, y trato con todas mis fuerzas por no comenzar a llorar.

La puerta de mi cuarto se abre y veo su repugnante rostro. Hoy va a ser uno de esos días feos, donde sangre habrá en cualquier rincón donde hoy me postro.

Su olor a alcohol me revuelve el estomago y quisiera vomitar. Mas a golpes y jaloneos, todos sus horrendos deseos, me los obliga a soportar.

Aunque le ruegue y le suplique que se detenga, éste monstruo no se hecha para atrás, quisiera con todo mi corazón que mi héroe viniera, y lo apuñalara sin piedad por detrás.

Por fin abro de nuevo mis ojos, y a lo lejos escucho las voces de aquellos niños al jugar. Varias lagrimas escurren al verme convertida en solo despojos, de aquel ser horrible que no me deja morir en paz.

lentamente me voy quedando dormida entre sollozos y dolores que a mi cuerpo y corazón amargamente estremecen. Solo me quedo escuchando y envidiando a lo lejos a aquellas felices e inalcanzables voces, que hoy, solo me entristecen.

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