TARDE

TARDE

Esta tarde mortecina,
la hacen sólo grises y verdes.
Las horas, con paso áspero,
la llevan ya hacia la nada.
Un paseante desciende al margen
de la carretera indolente,
agitando apenas el silencio
del paisaje, suspendido
en una quietud desganada.
Tras él, sus pasos se diluyen,
sin dejar memoria.
A ambos lados, los campos
reservan enmudecidos,
el aliento para otro día.
En la atmósfera inanimada,
se ha hecho una pausa,
acallados los quehaceres.
La humedad, apaciguada,
empapa las formas,
con silenciosa caricia.
No hay más tarea
que volver a casa,
y cerrar la puerta
a la oscuridad.

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