Soneto La medusa

Al hostil ya a la piedra no envolvía,
en eternal dureza no mostraba
Serpientes como sogas agitaba;
la gorgona que al espejo se volvía

Espada del guerrero se aguzaba,
a la piel de escamas que dormía
Con sempiterno solano de agonía
que el vástago del Dios no aguardaba

Él marcial furtivo se asomaba,
con resguardo de la palma dirigida
quien la Diosa briosa manejaba

La gorgona inerme en su guarida
al osado de Perseo que acababa;
por decapitar la mortal oprimida

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