SOMBRAS, LUCIÉRNAGAS Y AMOR
Emprendí mi ruta, en inicio nocturno
para ganar el galardón de un amor soñado.
Tropiezo, caigo y me levanto decidido
porque muchas luces señalarán mi rumbo,
igual que el ángel que me espera sin saberlo,
pues nuestros espíritus y almas se han unido.
Innúmeros luceros… ¡luciérnagas digo!,
son el aura terrestre, palpitante, luminosa
que ha de guiarme por senderos de ansias
de esos besos y abrazos que persigo,
y aunque las sombras se interpongan rencorosas
nada impedirá que se encuentren dos caminos.
Noche oscura y tenebrosa, cómplice a veces,
de la ansiada posesión del ser amado;
plena en éxtasis divino, sin límites.
Pero, a su tiempo, pues el respeto prevalece
en la nocturnidad más blanca de mi vida
aunque el frío se cebe en mis entrañas.
En la mitad de esta noche sin fronteras
por un camino que nunca he caminado,
me arrastro, pero continúo, siempre asido
al recuerdo de aquella que me espera
aunque solo sea en un presentimiento
incrustado en la inocencia de sus sueños.
Fundido al aullar lúgubre y aislado
de esos perros precursores de presagios,
me acerco tal vez al final de una aventura
que hace vibrar mi cuerpo en versos congelados
que logren que me aceptes para siempre
en todas las noches y días de mi existencia.
Amanece y ante un umbral de gloria
vibra y refulge la figura de mi novia,
angelical y henchida de emociones,
junto a sus dos hermanos… ¡en custodia!,
pues todavía no ha llegado a ser mi esposa;
que lo es ahora, mañana y para siempre,
ya que así lo ha querido el Dios Omnipotente.
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