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La simetría de su cara,
la comisura de sus labios,
lo frenético de su pelo,
el ancho de su espalda
y lo profundo de sus ojos.
Me perdí en el abismo de su mirada,
en lo cautivador del azul de sus iris,
me hundí en la tempestad de su mar
y para encontrar su alma me animé a saltar.
Tan inalcanzable y al mismo tiempo tan sencillo,
tan cómico y tan serio,
tan inteligente y a la vez tan estúpido,
por no darse cuenta de que me hundía sin criterio.
Ocho letras, un nombre, un hombre.
Y si me descubre,
que no se asombre.-
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