Réquiem

Réquiem.
Hermana muerte: ni tu beso es mortal
ni tus caminos van al infierno,
solo eres la eterna compañera de la vida
y hermana de la triste soledad.

Te conocí hace unos años en mi última
campanada y vi como saludabas
con reverencia a tu hermana y vi como ella
te entregaba mis credenciales;
por la tarde bailábamos juntos en zigzag
por la calle empedrada que conduce a tu vecindario,
y el perfume que regaste alrededor de mi lecho
era del más bello Crisantemo, del más oloroso Jazmín.

Ahora que he pasado la puerta comprendo
que siempre vigilaste mis pasos
y que ibas adelante de tu compañera.
Comprendo, amada, que no me arrancaste de la mano
de la vida, si no que fuiste tan buena
que me diste la ventaja de caminar tantos años
con ella para madurar lo suficiente y lograr,
después, descansar en el silencio de la oscuridad.

Te pido el privilegio de abrazarte y de secar
con mi mortaja tus lágrima, y consolarte cada vez
que en tu lecho un hijo recibas.

Related Articles

Responses