RENOMBRANDO EL TIEMPO

La eternidad de la palabra quemante
sobre la palma celeste,
disipa la voz del trueno
que se detuvo en el tiempo,
calcina la piel y los huesos,
la sombra de recuerdos.
El suspiro quedo de invisibles
alfileres se clavan
despiadados en el alma retraída
de rostros lejanos de evocadas presencias.
Perturban el silencio,
musitan en secreto su desesperada ausencia.
el lenguaje cifrado del iniciado
evoca imágenes distantes
que expliquen su presencia.
eterna voz de tiempo
que desenreda su madeja
en vuelos infinitos
de historias muertas
ahí, yace el hombre
renombrando las cosas
para evadir los espejos celestes
que proclama el olvido;
ahí, penetra la palabra para definirse
así mismo,
se nombra y se renombra
para proclamarse eterno.

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