¡Quince!
Un cepillo unido a un palo,
finas ramas a un cayado,
tubo de metal forrado,
con un plástico coloreado.
Descansa sobre un gancho,
culebrillas colgando.
Así se pasan el rato,
gritando, callando, hablando,
esperando su turno,
para ir a hacer lo suyo,
comerse el polvo sucio,
dejar el suelo impoluto.
Son de picar entre horas,
alguna araña devoran,
y puestas y desatadas,
algún mosquito espantan,
a algún pilluelo amenazan,
y en grande se lo pasan,
de alegría bailan y cantan.
Barrerían los problemas,
si dependiese de ellas.
Mueven manos ajenas,
el palo encima de ellas,
los hilos que sujetan,
a las pobres marionetas.
Poco más que un par de manos,
bastan para hacer la faena,
y unas cuantas buenas ideas.
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