Qué noche aquella

Noche buena no, perfecta.
La música me penetra,
ésta sí es una fiesta,
sudor, vida, y vísceras.
Esta diversión me llena.
Ella menea mi cabeza,
mientras mi alma vuela y vuela.
Ruido de hierro asesino
alcanza ahora mis orejas.
Mi cuerpo congelado queda,
muchos impactos letales
de unos enfermos mentales
y su estúpida guerra.
Muchos cuerpos ya en tinieblas.
Queda la rabia serena.
Y una adecuada condena,
sabiendo que los muertos
están en la oscura tierra,
o hechos ya polvo de estrellas.

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