Prisionero.
Estoy en un calabozo.
Soy esclavo y prisionero,
respirando el aroma nefasto
del hierro de la tristeza
de mi propia y deprimente desgracia.
Encadenado de pies y manos.
Ante la angustia blanca y nebulosa
que me embarca al desespero,
con destino a la perdición.
No entiendo.
Como la daga lacera mi alma,
Y entorpece mi percepción
con la sangre negra de la amargura
que vierte de esta herida.
Que se arrebola con la sangre pulsante
de las cadenas que atraviesan rojas,
con las ultimas gotas,
de mi miserable corazón.