Plot Twist de sabores

Una deliciosa receta aún no escrita, un platillo picante que no deseas probar, de postre pides algo amargo y te marchas sin pagar la cuenta. Sales del local apresurado, pero lento, y se te olvida el abrigo. Está lloviendo, es noche y tienes sueño. Caminas hacia la esquina donde tomas el bus. Tienes que cruzar la calle, hallándose una farola, frívola, solitaria, un banco mojado, y una señal de parada. Pero noventa grados hacia la derecha, sin luces, sin pavimento, sin señales, comienzas a caminar.
– ¿Qué sucedió en esta velada?- grité.
– Te diste un tiro- respondió el viento.

Hay insectos sobre la mesa, suciedad verde en las paredes, un olor repulsivo, como si se tratase de muerte. La mesa, donde se postra el festín, es de madera, pero vieja, tiene las cuatro patas desniveladas, está rayada y desgastada. El ambiente del lugar no podría ser mas incómodo, con música fúnebre, como si se tratase de un funeral. Invitaste a amigos, familiares y un sin fin de conocidos. Todos están sentados de manera que forman pares, con su respectiva pareja. Somos más de diez. De esquina a esquina estamos los pilares de la conversación para hacer amena la noche eterna. Se cuela en ultimo momento un desdichado, que agradable para todos, me desplaza un lugar a la derecha. Ahora, estamos impares. Todos tienen un dos, una mitad, cuatro ojos y dos mentes. Y yo me encuentro en el extremo de la mesa, solo, como si se dejara claro quien es el anfitrión. Todos le piden al mesero algo para tomar, antes de comer, pero el inoportuno pide las entradas fuertes para todos. Disgustados, pero amables, comenzamos a platicar de nuestras desaventuras, matando al tiempo y ofreciendo amor como sacrificio al ocio. Chistes van y vienen, miradas de reojo que sugieren recuerdos. La tensión existió desde que entramos al local y creció a medida que estábamos unidos. Yo estaba frustrado, pero tenía que sonreír para mis comensales. Cuando llega la comida, todos inmediatamente se callan y empiezan a devorar. Ni Drácula succionaba la sangre de sus presas con tanta inhumanidad. Mi inestabilidad estaba a punto de acabar la noche antes de que amaneciera, pero el indigente era como la cereza del pastel, que inducían a todos a pedir una segunda ronda. La noche se aplazó más de lo necesario. Cinco rondas iban postradas como platos apilados, me avisaban que no podría pagar la cuenta. Mi reloj no se movía, y risas retumbaban en mi cabeza.
– O recuerdas cuando te tiramos para que lloraras- se oía al norte, -O recuerdas cuando te hicimos sufrir por más de un mes- se oía al sur. Todos se divertían con el dolor que me provocaban, y mi medidor ya había explotado desde hace tiempo. El tipo odioso llegó en el momento más idóneo. Amigo, mi amigo, amigo de mis amigos. Eres el que sonríe a todos después de las apuñaladas, arrastradas, empujes, insultos y silencio. Eres el que agradas al menos listo, al más inepto, al peor invitado; paralelamente, a la más fiel, al mejor ser, a tus seres queridos como los que quise. Siempre te he odiado, porque me salvas cuando estoy apunto de jalar el gatillo. Hoy justo iba a hacerlo enfrente de todos, pero llegaste para salvarte, hipócrita. Al único que escondes es a tu contraparte, a tu hermano, a tu vergüenza. Hermano, orgulloso de todo, menos de mí. Pero hoy tu apariencia será quien termine por romper esta mesa podrida.
Antes de que todos se vayan con un sabor agradable, pido manzanas endulzadas de miel, sobre hojuelas, bañadas en vainilla. El mesero lo trajo sin chistar y en un dos por tres todos empezaron a abrir de nuevo su apetito. Mi hermano, desconcertado, me susurra «¿qué estás haciendo?». Temía, sudaba, su presión cardíaca se aceleró, miraba por doquier, apachurraba un paño de papel. Estaba nervioso, temía por lo que sucedería, quería llorar, salir corriendo, no lo iba a soportar. -Siendo tú- le respondí. Mientras más bueno me convertía, él, por ser mi contraparte, empezó a volverse guapo, vanidoso y elegante. A mi se me caía el cabello y me volvía desagradable bajo la luz del foco. Nadie notó la transformación, todos estaban terminando su maldito postre, insaciados. Me suplicó white (mi hermano el colado) que no lo arruinara. Me dijo que esta vez valdría la pena usar nuestra manera. Me dijo sollozando que ya vendría mi momento para salir y explicarles que también soy un humano, no un inmortal. Pero no. Esta vez ya no le haría caso. Él, que presumía de albergar la verdad, justicia y paz, se desmorona si no le creen, si no le entienden, si lo llaman amigo pero lo lastiman porque no es suficiente. Sus parámetros lo matan por si solos. Espera mucho de la gente en esta mesa para que, por las noches como esta, termine solo. -Hermano, es por nuestro bien-. Antes que los idiotas terminaran su postre, nosotros nos equilibramos y uno solo salió por esa puerta del restaurante.

Antes de cruzar la calle, la farola estaba muy iluminada. No caminé hacia la luz. Nadie esperó que terminara así esta noche. Toda la cena estuvo deliciosa y todos se fueron con un sabor amargo en la conciencia. A la derecha de sus lenguas, en el paladar, está su captador de lo ácido. El sabor jamas se les olvidará. Lo que probaron en esta noche fue un plot twist. Gracias a este sabor, ahora estoy solo, vaya giro de trama…

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