Pizarnik

Ayer masticó olvidos en ayuna.

Descascarada la tierra también escuchó el grito

de tu voz enfurecida

rompiendo horizontes de silencios,

rompiendo, armando y volviendo a romper el poema.

Decapitadas muñecas

gritaron con rocío en la voz

en la altura del relámpago que amanece:

¿cuántas veces matamos

a los hijos que no tenemos?

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