Oh Dios, el pacto

-¿Puede ayudarme? -decía el reo entristecido.
-No -un extraño ser lo torturaba y se reía oculto en la oscuridad.
-Quiero un ejercito que esté saqueando toda la aldea, socorriéndome y entregándome la noche.

Los ojos del ser se cambiaron e insistió en que lo salvara
-¡Sálveme de acabar como nada, tengo hijos y familia! -inquieto caminaba asustado.
-Debe olvidar su eternidad asegurada, todo usted no olvidará mi bello regalo, escoga.

Vencido, estableció la nueva gloria. Alguien abrió la nocturna oscuridad. Sin otro traje que un roido saco, tuvo que recibir la noticia de que había ganado, se sintió extraño. Recordó que todo, una vez oculto, lo único que tendría es al destino.

Alguien quería unirse para iniciar el nuevo legado de adueñarse de todo, incluso si eran reinos ajenos. Como odiaba mucho al otro, escogió no elevarse con ignorancia, estaba loco. Después alguien no ocultó su habladuría, obligado y nublado, un extraño suceso terminó por recordar al orgulloso que su pacto acabaría esa noche. Debía estar cansado de amar el día y perder otra noche. Alguien no usual estaba tocándolo, recordándole algo.

-Soy olvidadizo, ¿firmé el nombre sobre algo?
-Sí, camina a la oscuridad mia, olvidarás tu amor místico, beberás infinitos y eternos venenos.
-Otro olvido, ¿será posible estar recordando el dia que oí tu nombre aunque me olvide de ser?
-A los que no se ofenden, no hay noche sin deseo. Juran estar soñando como ángeles, ellos recuerdan el niño, lo aman tanto… en nombre tuyo afirmaste cuanto insistías, oro negro y libertad, rabía que no se detiene. Lo marcaste en el alma mía, estúpido niño.

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