Murió…
Miró hacia el ancho mar, cargado de recuerdos
contemplaba el horizonte con lagrimas a flor de piel.
Sus manos temblaban, su voz titubeaba,
alcanzaba a decir unas pocas palabras
mientras que el corazón le palpitaba impetuoso…
El sol se ocultaba engullido por las olas
su manto dorado se iba perdiendo entre el azul oscuro de la noche
las estrellas comenzaban lentamente a hacerse visibles,
la luna despertaba al otro lado del mar inmenso,
curvada, como si estuviera sonriendo.
Recordó sus días felices, con un nudo en la garganta
añoró la presencia de aquellos ojos que le hacían soñar.
Descubrió que ya no eran más que una fantasía. Lloró.
Su corazón se cerró, el miedo lo consumió.
Las lágrimas caían cual cascada,
sus fuerzas desvanecían, con el alma destrozada,
calló de amor, silenció sus poesías.
Supo entonces que lo tuvo todo
y de pronto no tenía nada.
Supo que ya no volvería a ser igual,
que la brisa le decía que no podría
de nuevo encontrar, lo que una vez
la casualidad le regaló.
Se despidió, pero de sí mismo;
se cerró al amor, cauteloso,
sintió lo que es sostener su corazón
sangrando y sin señales de vida… murió.
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