La voz que escuchabas

El silencio se cernía,
veías como lo conseguía.
Esa abrupta flor del desierto,
ese víctore de aclamante cielo,
eso que no podías ya creer,
te vino y dejó correr.
La voz resonante con tesón,
la palabra de odio en tu honor,
el juego cambiante a la razón,
todo resquicio e impropio hervor.
¿A quien podías escuchar?
A ti no, era fuerte la abnegación.
Se a callaron las malas palabras,
los golpes te cesaban,
efímero jubiló temporal,
antes de que te empezaras a odiar.
Cuidaste de todo cambiar,
inclusive tu hablar.
Te volviste soéz,
lo hiciste bulgar,
solo para tratar de encajar.
La etiqueta te marcaba,
arqueotipo tu eras,
ya no sé si de pena o tristeza.
Frívolo razonar,
Y te empezaste a escuchar.
A esa voz que habla por hablar,
Que solo veía donde la crítica ensamblar.
Un día esa voz te dijo,
«no eres digno, mereces castigo»
cumpliste su voluntad,
Y el silencio se cirnió.
Te volvió a hablar,
la volviste a escuchar,
Y siempre te querias matar.
Hoy con dudas aceptas tu realidad.
Eres persona, Soy real,
Frágil pero moral.

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