La Rosa

¡Ay! del albor de mis austeras noches
donde tu cuerpo pernoctó del mío;
¿por qué cambiaste nuestros horizontes,
para hacer de mi corazón hastío?

¡Ay! del amor de mis sufridas cuitas
que con desamor pagó mis atenciones;
vaya tu alma donde vaya, sea bendita
y que el perdón alcance vuestras oraciones.

¡Ay! del fulgor que me dejó la rosa
sus huellas marcadas en mi vida;
me entregó su amor cual una diosa,
pero me hirieron el alma sus espinas.

¡Ay! de bellos y nostálgicos recuerdos
donde me diste a beber de tus amores;
hizimos de los dos un solo cuerpo
y luego me pagaste con adioses.

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