LA RESIGNACIÓN DE MUCHOS
Por la resignación de muchos, susurré no ser como ellos,
no vivir bajo los estruendos de la oscuridad,
estar no atada a tu egocentrismo, pero tuve la más prolongada agonía.
En unas noches la luna desapareció, parecía estar tan deprisa,
sin embargo, logré observar tu reflejo.
Día y noche se reunieron para pensarte,
el día imploraba terminar para no continuar obligada a amar,
pero la noche se tornaba solitaria e interminable,
sin poder hablarte.
Caí por la miseria entregada,
y en la lucha por acabar,
lancé un sinfín de lamentos que ningún ser oyó.
Dios originó lo más bello del universo
y no recordó cómo elaborar los corazones
o de hacerlo olvidó la enseñanza de mantenerlos a salvo.
Retorné al pasado para alabar la niñez,
pensar que fuiste puro, bueno, bondadoso y usabas la sensatez,
pretendiendo conocerte para estar cercana a ti
e imploro porque no causen mayores efectos en ti.
Te convertiste en ellos, ya no eres el niño que siente dolor,
tan solo eres quien lo causa,
como el león va en busca de sus presas en ese oasis, así eres tú,
sin discriminar hacia donde se dirige ese otro ser, inofensivo de ti y de su alrededor.
Observé al mundo destruirse, hombres insaciables de venganza
y nunca razoné que el día de estar cercana a uno llegaría,
presentado como un ave inofensiva,
que luego es un halcón veloz
destruyendo con su mirada y su vuelo tan deprisa.
Ahora afirmo tu escasa capacidad de empatía,
tu crueldad en palabras e ignorancia en argumentos.
Yo sé que las leyes del hombre son banales, usadas para conveniencia de pocos,
al saber de ti las convertí en justas
porque unos miserables me exigieron atraparte, encerrarte, me imploraban unión a ellos,
aun así solo atiné a negarme por demostrarte que dolor no es significado de venganza.
Renuncié a ti, al falso concepto de amor,
a la astucia de atrapar, arrastrar y sin importar sencillamente soltar.
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