La peregrina y el azor

Con alas de peregrina apareces, colmando los griales de temor.
Crispando en la flora su follaje, haces del vértigo un aprendiz.
Cubres la corriente que formó la lluvia, con grácil aleteada gris
Que, al batido del agitar trémulo, interrumpe el canto del azor.

Tu corazón remonta, imaginando ramos de flores;
Dejándome cubierto de las maniobras en solapas.
Cúmplase a fiel pluma tu rutina sin reconocerme;
Negándose mis efemérides al amparo de tus ojos.

Traigo a oscuras la insaculación ante la veda cerebral;
Abandonando la vehemencia con la vereda recortada;
anulando la ruta que oblicue a otra figura conminada;
alterando la navegación pía hacia tu eco pulsátil fatal.

Viajera fugaz, quedo a las brasas de un sueño intenso.
Llevo imaginada la tabla sin escribir de Circe y Ulises;
Donde la tramontana puede tomar esplendoroso vicio.
¡Aquí nace la vida y más allá de tu vista, muere a veces!

Quedo entonces en la sierra de kirkos, entre posibles historias.
Que es edén igual vivir aquí, donde la travesía pesca la mañana.
Si eres el clímax extasiado y resiliente, conviene anular las velas.
De tu coima hice las señas para dar reinicio a deshilachar la tela.

Atracción, ya habré de renunciar al culto de esta ley universal;
Que va en colisión a ti luminosa, a ti tejedora, a ti vivaz aroma.

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