La luna en el agua

La luna baila entre cortinas blancas,
como mujer encantadora: brilla.
Su silueta ¡Oh, manantial de cantares!
¡vórtice de hechizos y vino inmaculado!
Danza lenta… danza frágil y…
El cisne la anhela,
su pico introduce en el lago
queriendo acariciarla, pero ella danza,
las lentejuelas saltan a su encuentro
dejando al cisne en la nada.
Se pierde su dama entre cortinas de gasa,
cae en el fondo,
se encierra en aquella prisión de agua.
Y el cisne canta.
Ella baila.
Su amor no se pierde en distancia,
enmudece y florece en sus alas blancas…
la abraza, danza su espíritu en el lago.
Canta para liberarla,
no quiere presa a la musa virginal,
salta a la orilla porque tal vez su presencia
sea llave que abra la celda de agua.
Por tanto haga… no funciona nada.
La nostalgia cubre la noche y
el estanque se viste de impoluta gasa,
llora el cisne, ofrece sus pulcras alas,
canto y alma.
Se disipan las nubes y el estanque
mantiene la risa impecable,
susurra al cisne atribulado:
“No mueras de nostalgia, mira
por encima de ti, es tu bella dama”
La luna baila entre cortinas blancas,
el cisne canta y danza sin pedir nada.

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