La cuesta
Filomena tiene tela,
a ver si este duro invierno
nos ayuda con el virus,
o nos da un par de hostias,
o nos espabila del todo,
que valer, nos vale igual.
El mundo se ha vuelto loco.
Este año la cuesta es más,
mucho más pronunciada,
y hay que pensar cada una
de las pedaladas a dar,
dosificar la energía
para llegar a la cima,
cuidado con la pajarraca,
y disfrutar de las vistas,
sentir allí más alegría
de continuar con vida.
La inmensidad del cielo,
la pequeñez de la vida
y del devenir en la tierra.
Lo infinito en nuestras vidas,
y los efectos que surgen
de nuestros actos y obritas.
Y si lo queremos olvidar,
el mundo nos ayuda
una, y otra y otra vez,
ahora, y ahora, y ahora, y ahora,
a volver a recordar,
lo efímero de la vida.
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