La cresta de tu montaña.

Arde el cielo esta tarde
consciente de tu no presencia
vendrá más fría el alba
en la cresta de tu montaña.
Puede que vuelvas a ella
a erigirte en tu hermosura
junto a sus rocas peladas
mientras yo ardo bajo este cielo
y me pasmo en mi mañana.
Arde el ocaso, amor mío,
antes las nubes volaban
planeaban hasta tu encuentro
¿las viste llegar allá arriba?
¿te gritó mi llanto el viento?
Las miré como pasaban
por encima de mis pensamientos
y noté como rasgaban
la pena que llevo adentro.
Se apagó el cielo anochecido
me quedé de nuevo solo y quieto
hasta quedarme dormido
en mi nicho personal, yerto.
Huyeron del naranja ardiente, espeso,
que consumió otra tarde sin besos
corrieron las nubes a otros lares
esparcieron por el aire semioscuro
mi esperanza y mis deseos.
Esperaré paciente el sol de nuevos días
donde dejar secar mis huesos
empapados ahora por la húmeda pena
de no mirar contigo el mismo cielo.

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