Joven e Inocente ZanYin

Que frágil es el cristal de tu cuerpo que con firmeza mueves al ritmo del viento, tan esbelta y elegante que las ninfas del campo te envidian al verte pasar por los senderos floridos de lirios blanquecinos.

Piel tan clara y pálida como el papel del novelista que desea utilizar, labios pequeños, rosados y delineados cual cereza dulce y esos ojos cual zafiro que brota del profundo océano que oculta las maravillas del mundo.

Tu figura, oh diosa mía, reencarna la misma afrodita, tan delgada y firme; dos bustos firmes y redondos formando una cordillera de montañas en el mejor amanecer, esas curvaturas de tus caderas que quisiera recorrer lentamente para que accidentalmente me pierda entre ellas. Quién logre verte y tenerte será el mayor afortunado en esta enorme jaula de oro que estamos encerrados.

Pequeño colibrí de primavera, tus pies no frenan sus pasos, corres libre y llena de gracia, que enviida tengo de la planicie que rozas gentilmente por que aquel pequeño toque que otorgan tus plantillas son como el terso cariño de tu alma.

Así eres pequeña ZanYin, estas tan lejos que te puedes deleitar durante siglos, pues soy el destino que te puso justo aquí.

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