HÉCUBA

Ladrar como una perra por la muerte,
por todos los sangrientos y sagrados
momentos de los hijos masacrados;
la furia de los dioses y la inerte

belleza de la esposa que convierte
la vida en un osario de quemados
retratos de familia, de esparcidos
retazos de mis niños y su suerte.

Tan grande es mi desdicha y mi quebranto
que en perra alucinada me trasplanto
y al cielo mis ladridos, tan furiosa,

elevo por mi estirpe, por la gloria
de Troya y su destino: la memoria
perdida entre la espina de la rosa.

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