GUARDAR SILENCIO

GUARDAR SILENCIO

Donaron-nos los dioses en el pecho como prenda
un instrumento singular, que decimos tiene cuerdas
para anunciarnos -quién se acuerda?
en la escena terrenal. 
Para mamar y dar alarma, cuando algo anda mal,
dar testimonio evidente que el rugido de la fiera
o el eco sibilante de la serpiente artera,
no son argumentos ni son armas
que cohiban al valiente.

Dispusimos, es ejemplar, de su uso y abuso
y en sentido profuso, por el orate y el juglar
por el galán espurio que, con lenguaje florido,
del corazón herido se ufana en su perjurio.
Mas, instructivo no fue incluso para hacerlo silenciar.
Guardar silencio no se enseña, no hay libros ni magisterio;
es quien tesón aplica y se empeña quien descifra sus misterios.
Si en silencio se cultivan amores y virtudes, dolores y pesares,
igual acechan viles los odios mas profundos
y los perros iracundos. 

Guardar silencio….
No el silencio de mordaza, ni aquel del sordomudo
el del miedo que atenaza o el que usas como escudo.
No el patético de la mente obtusa
ni el del adicto, que al opio fiel,
cambió sueños por delirio y su sangre por la hiel;
es aquel fecundo que, insuflado por la musa,
te penetra por la piel.

Calla! 
Calla en la noche serena, como calla el recien nacido
que arrullado por la madre, del amor eterna fuente, 
parte a otros mundos con un beso en la frente
en la penumbra ya sumido, 
del sueño inocente.
Dirige tu mirada al principio de los tiempos,
deja que las hadas, cocuyos y luceros,
de la rana la tonada y el grillo coplero
bajo el manto plenilunio, difundidos por el viento,
sean bálsamo y aliento que mitiguen tu infortunio.
Calla por Dios, cuando anhelantes,
supliquen por un beso los labios de tu amante,
al acertar silente y precisa
la saeta ardiente del arco de Artemisa,
o lanzara por accidente, 
un Cupido travieso.

Silencio guardan al final de las tinieblas,
los hijos de la noche para, con bostezos,
entregar los predios al que despierta;
y Helios de su lúgubre morada,
legendario resucite, así la saga,
pespuntando con su luz la alborada 
mientras, sigilosa la floresta, 
ansiosa espera que, con besos, 
la desvista de la niebla.

En silencio oh, Dios Sol,
logras el prodigio, cuando amanece, 
a la sutil caricia y con candor, 
el pimpollo brote en casta flor,
que al abrir sus brazos desperece 
y con gracia, cual coqueta niña,
al gallardo pretendiente
su fragancia embelese,
perfumando la campiña
y seduciendo a su amante, 
se tiña de rubor.

Callada inicia la faena
al primer frescor la diligente abeja,
a seguir el derrotero orientada, 
por su hermana en la colmena,
donde esperan, florido manjar, 
la cayena, el azahar,
el fragante clavel y la rosa bermeja;
sin dejar de libar, deliciosa melaza, 
el verde zumo del cañaduzal,
regresar a su panal satisfecha y cansada,
ufana de dejar tanta hembra preñada,
cargada de polen y almibar de endulzar.

Silencioso estudia, hermosa partitura,
en su nido el ruiseñor;
mantener medidas de la trova, sobre todo en la obertura,
avezado casanova.
Igual inicia con mirada cauta, sin ruido y vigilante, 
la ruta de argonauta, como asiduo navegante,
el patico zumbador.
O la oruga sin murmullo, con denuedo y paciencia
abandona su capullo y con destreza, 
haciendo gala de orgullosa ascendencia 
despliega sus alas, derrochando iridiscencias.
Enmudece! Es imperativo ! 
escucha y sé humilde, no seas altivo ! 
al tronar de la cascada, pues tu voz ya no es audible;
ni al retumbo al hendir la centella el lóbrego manto
que, hacen ya milenios, con ancestral espanto,
turbaron al primigenio.

Mas, el silencio debe ceder 
a la insigne voz del prohombre 
cuando la virtud claudica 
ante la seducción, el maniqueo
y la ignorancia supina
que marchita la rosa, ahogada por espinas,
al que llama por su nombre
al impostor y al fariseo
para recordarnos al instante,
donde el elíseo está al alcance,
tampoco el averno es distante.
No es la cascabel la que,en juego limpio,
advierte con su maraca el inminente ataque;
mas guardate del cobarde impío
que, con aprendida propaganda,
la moral predica con risueña facha 
– el muy badulaque
e investido bajo costosa hopalanda,
del déspota agente y capo de la mafia,
irreverente esconde y rudo
a la inmunda cucaracha;
como el traidor infausto
al que creiste amigo augusto,
a la vecina zafia, de castidad fingida
y su marido proxeneta, que la para en la esquina.
Silenciar al sigilo, esa es la consigna;
no es la queja estéril ni la respuesta pueril;
expresar lo que has soñado, el futuro que imaginas,
revelar tu parecer, sin herir al ser amado, 
antes callado!
pues, como la flecha lanzada,
la palabra pronunciada, 
no la puedes devolver. 
Romper el sigilo,
como habla el sabio, sin palabras mil
sea palabra divina y en el mejor estilo,
lo que tengas que decir  
sea mas valioso que el silencio.

Al final del manuscrito, cuando leo mi poema, 
no lo encuentro tan bonito;
acaso es el problema no le pongo corazón,
que le agrego o le quito, que me falle la medida
o le falte la sazón.
Como nadie es perfecto, rara la cordura,
y presto el contagio,
para nada circunspecto y sin temor a la censura
me ciño al adagio:
que de médico, poeta y loco,
todos tenemos un poco

Michael Wehrmann
Febrero 2017

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