El silencio gris.

Atardeceres, que rompen el silencio,

de la cálida y vos sonora que lleva

melancolía por dentro;

una despiadada marsellesa deja

un pálido gris en el recuerdo.

Lejanos horizontes, recuerdos llanos,

de la voces que dejaron mis comentarios

profanos;

Quien dijo: ¿olvídala  algún día?,

A Venus que descansa en los libros de algún vago.

Y sigue así; me dijo. Abre el portal de lo inhumano,

para ver lo quebrantado del corazón roto

que ha dejado.

Ocaso de Zeus, reclamos de fuerza, ¡donde la encuentro!

¿Será que despiadado viajo al  inframundo?

Mis laureles que aún florecen,

Me sostienen con la fuerza de Hércules.

¿Quien entonces, quien? Gritaba del oscuro profundo,

la mente perdida cual fuera vagabundo,

De clase o de plebe, era el poeta,

que escribía cartas sin dirección,

pero con un destinatario seguro.

Más un día lo recordarán, más no por sus pinceles que colgaba su sonrisa ,

Ni con las hondas de una frecuencia expansiva,

Si no más bien, con la gentileza de su poesía !

¡Cual fuera un herrante! ¡Cual fuera un peregrino!

Ha dejado a su paso, canciones, versos y melódicos ritmos.

Más surgirá el tiempo en que su corazón restaure,

del adiós que tuvo, sin causa y estímo,

¿Será por amor?, dirán los bandidos

y recordarán que fue de su destino.

Atardeceres, ¡Oh atardeceres!, se quedan en el bar de aquella fuente,

En la aurora de aquel bar llamado Luna,

en la taza de café que llevaba un lema,

De mi primer amor, que estuvo a mi vera,

Si, eres tú. Tú mi querida Marchena.

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