El mensajero, la mujer y la niña
Fueron los ocasos sin tiempos,
y el amor deseado,
atrapado y sin vida,
intentó luchar,
y se esforzó por no morir,
porque ese no era su destino,
debía ser entregado,
absuelto en manos del inocente,
de la niña que pedía por él,
pero la amargura,
pendía del momento,
del sagrado momento de impedir que llegara al corazón,
y en ese punto intermedio,
de vacíos e interrogantes,
el grito desesperado y el paño cubierto de lágrimas,
el triste desvelo, la insípida espera,
y el agrio aliento,
detuvieron el llamado,
y la esperanza se inquietó,
la mujer gritó, y el mensajero fue empujado antes de arribar,
Corrió entonces la niña,
y también la mujer,
y en el último segundo, la mano se extendió,
el abismo suplicó que lo dejara caer, pero la niña lo combatió,
y la mujer sostuvo las manos del joven heraldo,
las plañideras desecharon sus pañuelos,
y el mensajero abrazó a la mujer,
la niña se acurrucó, y el tormento desapareció.
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