El errante

Por Jorge Elías Cisneros

Pintábanse de gris los días largos
de noviembre y diciembre de aquel año,
en el cual padecía de un engaño
de quien fuese un farol en otro invierno.
Mas no lloré por miedo (no por fuerza),
contuve los diamantes tan salados
evitando cayeran a mi abismo.

Hoy recuerdo pasiones pasajeras,
aventuras en cuartos de motel,
las pinturas barrocas de mi alcoba,
un adiós que dejaste en un papel;
ya no temo a los días que pasaron,
esos días jamás han de volver,
sólo vivo los días más ligero,
escondiendo un recuerdo en el café.

El aliento tan fresco de la noche
ha traído tu imagen al portal,
como sombra grisácea y pasajera
que lastiman cual daga o cual puñal:
y tu voz la fingía una lechuza,
e intentaba mis sueños perturbar
con un canto sagaz y tan violento
que irrumpía en la luz del ventanal,
describiendo en sus trinos a una musa
que corría en el valle fantasmal:
descripción muy ilusa si tú quieres
de ligera lección de un gran dolor,
mas el ave cantaba con decoro
repitiendo de nuevo su canción:
«El errante no vuelve a su lugar,
su destino en la vida es rodar,
tan extensa será su travesía,
y en las sendas también se morirá».

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