Desnudando la tristeza

Querida caprichosa,
mujer durmiente que reposas,
tímida pero insidiosa,
al lado de la cama.

No te vas abyecta,
tozuda, resistente.
Eres como un virus,
replicativo, con cápside.

Hieres sin que emerja hemoglobina,
zahieres sin lanza y
estrujas las arterias aunque
lípido no eres.

Insolente y profana,
mustia demoniáca,
qué soy yo la nada,
súcubu etéreo.

Pese a ser volátil
te he asido y mirado tus formas,
desnudas, fofas, sinuosas,
tu piel es blanca tristeza,
y debías ser mujer,
te lo digo yo que soy una.
Piel de jarguarzo, eres simple,
pese a que te muestras compleja.
Niña remolona, vuela.
Haz dado la cruz de la imposibilidad,
es el lastre y torre de encierro.
En la mente habrá ladrillos,
sea que en realidad los haya o no.

Y el olvido y el hastío,
y el deseo que se aparta,
y el alma descolocada,
y la razón que vira el sentimiento,
la ropa que te viste y da fuga.

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