«Antonia» es un nombre antiguo

Cabezona,
atascada,
testaruda;
me enseñaste que las palabras vuelan
en silencio
-ver, oír y callar-.
Se te arrugó pronto la sonrisa
pero nunca el corazón,
ni aún perdiéndosete la mitad.
Nunca lo buscaste
pues seguía contigo
cada vez que mirabas jugar a tus hijos
-pocas veces los contemplaste con tiempo-.
Las cosas no se embellecer solas,
te necesitan a ti en ellas
-igual que tú en mi vida-.
Te sigo viendo en tus manos de mujer
honrada y burlona
pellizcando los recuerdos
en los que a veces te pierdes.
«No pasa nada».
Comprendo que no encuentras
las palabras,
que se te iluminan en el cielo
de la boca
por un instante
muy pequeño.
No necesito que hables
pues tus ojos están cargados de significado.
Las arrugas juntas se pierden
y debilitan
cuando me aprietas las manos
y los labios se te vuelven enjutos
como las palabras.
«No pasa nada»
yo sé que el silencio está cargado
de palabras
-tú me lo enseñaste-
y tú rostro lleno de ellas.

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