Amapolas.

Las flores rojas que bailaban en tu vestido negro, me parecieron amapolas.
Se desplazaban al unísono con tu contoneo, igual que el viento las mueve en la era, en la noche.
Debajo del cielo oscuro de tela tu piel hacía el contraste perfecto. El punto de inflexión que me faltaba para dejar de ser consciente de lo que me rodeaba y ya no atender más que a tus movimientos.
Hipnotizado desde ese momento, instante en el que mi mirada se perdió en tu vestido. Yo también empecé a danzar con tus florecillas rojas. Aún tengo en mi cabeza esa coreografía de alteraciones sutiles que me hacen vibrar.
¡Qué baile más perfecto!
¡Qué simbiosis más perfecta!
La noche, las amapolas y tú.

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