A dos que celebro

Hoy detengo, de momento, la Historia

pidiendo, como antes por esta misma fecha, el pedante permiso al proscenio.

-!Me piden que abra la puerta!… La abro.

El día es hoy para complacerlos.

Sigan la marcha, en carrera o paseo junto al mar, mientras atisbo un poco de recuento

para ustedes.

Fui dejando lo que nombré estela cuando llegaron por el mismo camino

y parecidos en la postura del que se tiende bajo el árbol

o sobre la hierba que siempre tiene algunas flores.

Sentados donde el agua esté más cerca.

Esperando las ramitas o las raíces dentro del agua que, solo por ustedes, no se enfría.

Aquí no puedo hablar del mar gris, de los ratos con la música  más cercana,

de la imagen que a veces yo recuerdo, o del sabor más viejo.

No puedo hablar, tampoco, del común que aconteció cuando no nos veíamos (¿será eso posible?)

Y ahora sé que piden escoger solo dos momentos, uno para cada voz,

que salten de la verja del jardín (y entre las piedras) a la memoria del papel que ahora acabo.

El primero será siempre el más grato aunque duela un poco que no el más bello.

Y así frente mí, empezando la ruta del valle, vi a una cara que no pudo esquivar su potencia, disolviéndose en todos los mundos

Y también frente a mí, en el anexo de la calzada, vi a un torso que nunca intuí por donde crece, encantando la ruta de los soles.

Ella va a volver a cantarnos, pasando entre la noche de la verja abierta, las sombras, y el espacio que, de tanto, mirarlo, lo vuelve pequeño.

Él juega, al caminar, con cada sorpresa del camino por la suave senda en que no silba el miedo engalanado de deseo.

-¿Y si les dijera que ahora necesito detenerme? – Ya lo has hecho.  Tú sigue con el viento-nube; deja al perseguir color.

Tengo el zaguán, que es tan grande como el comienzo de cada palabra que en furia fabricó fulgor.

Llevan de la paciencia y siempre suave: jueguen conmigo.

La casa que un poco es de todos: sobre la calzada, enfrente de un barco, detrás el bosque y solo sosteniendo al cielo.

Limones, girasoles y la palabra que filtra de la luz del vitral cuando cae la tarde.

Las primeras cartas, la constancia paciente del signo adivinado que trae en el campo servicio de lluvia.

El camino que recorro desde la sombra con su rama; mirada fugaz como solo puede ser trocar de amores.

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