33.- AÑORANZAS

Empiezo contigo, mis piropos más floridos,
sin quererte ofender te los digo.
Léelos despacio, para que comprendas su sentido,
hazlo sin prisa, no te quiero envenenar,
ya que eso no me lo podría perdonar.
Empezaré por arriba y recorreré tranquilo,
tu cuerpo de alma bendita y curvas bonitas.

Son tus cabellos airados
grandes cascadas coralinas
que a acariciar invitan.

Son tus cabellos al viento,
como caballos salvajes,
juguetones siempre están.

Son tus ojos dos luceros,
brillantes como el cielo,
alegres sin igual.

Son tus ojos consejeros,
los que a tu puerto han de llevar
mi vida, si junto a ti no está.

Son tus ojos traicioneros,
los que me han de enamorar.
Dos estrellas que al mirar,
su luz ofrecen en silencio,
sin oposición, con sentimiento,
para al final, llegar a atrapar.

Es tu mirada un veneno,
lento, pero eficaz,
que me conduce a la tumba,
si junto a mi no está más.
No cambies nunca tu mirada,
déjalo tal como está.
No dudes de la palabra,
que un amigo tan pequeño,
en este poema, a ti te da.
Una palabra de amor sincero,
que a ti siempre te ofrecerá.
Que mejor prueba de amor quieres
si ya tienes toda su amistad.

Son tus labios como la miel,
dulces y tiernos al besar,
cálidos y atrayentes al hablar.
Son tus labios mi martirio
al no poderlos atrapar.

Son tus labios una rosa,
tierna, cálida, sensual,
que sólo busca provocar,
a las almas benditas, para matar,
pero que mejor muerte se puede dar,
morir besado por una chica sin igual.

Es tu cuello mi locura,
mi desesperación, mi amargura.
Es tu cuello un tesoro codiciado
que a muchos les gustaría contemplar.
Gracias por darme la oportunidad
de tenerlo tantas horas,
para poderlo mirar.

Son tus pechos, en mi delirio,
manantiales que mi vida curarán.
Son tus pechos un descanso
que he de realizar.
Son tus pechos pequeños diablos,
que me gustaría controlar,
son de piel tersa y suave
que a mí me gustaría besar.

Es tu vientre como el mar,
al principio suave,
bravío al final.
Deja que mi barca,
pasee por tu lindo mar.
Deja que mi barca,
arribe en la tempestad,
a la isla que se ve, en el centro del lugar,
isla frondosa, que me gustaría explorar.

Déjame llegar, por amor, por caridad,
deja que sea el hombre, que en tu soledad,
te dé alegría, amor, felicidad,
déjame ser tu amigo por la eternidad,
y luego yo te prometo,
que despacio, de mí, te enamorarás,
sin prisas, tú y yo solos,
que dulces horas vamos a pasar,
juntos los dos, sin nadie más.

Tú y sólo tú, has cambiado mi vida,
tú, le has dado la alegría que le faltaba.
Tú y sólo tú, con tu sonrisa de niña,
con tu mirada de mujer,
le has dado fuerzas a mi vida,
para estos dulces versos componer.
Versos que a ti te ha de dedicar,
este muchacho sincero,
que su vida te entrega sin dudar,
ya que sabe, que tú no le vas a matar,
de pena y melancolía,
porque tú no le vas a olvidar.

Sigo mi camino ya descansado,
desciendo de tu vientre refrescado,
y penetro en tus caderas airado.
Están tus caderas, dulcemente torneadas,
por un escultor divino, bien trabajadas.
Bendito el dibujante,
que tan bien te ha creado.
Bendito el escultor,
que tan bien te ha trabajado.

Envidia tengo del que un día te susurre,
palabras como éstas y te cautive de verdad,
y ahora son sólo poema
que nada ha de significar.
Envidia del que tus besos tenga,
envidia del que tenga tu mirar,
envidia del que tus brazos
aprieten sin cesar,
cuando yo a tu lado no he de estar.

Son tus piernas esculturas
que mis manos quisieran acariciar.
Son tus piernas dos deseos,
que no se si se cumplirán.
Uno es tener tu corazón junto al mío,
unidos los dos hasta el final.
El otro es tener tus besos
hasta mi vida, por fin, quemar.

Tu cuerpo de dones perfectos,
en las noches de invierno
a mi lado, poderlo encontrar.
Tus ojos como amigos sinceros,
en mi muerte poder contemplar.

Deseos que yo lanzo al viento,
pero que nunca se han cumplido,
y nunca se cumplirán,
siempre fue así y
así siempre será,
hasta que yo muera un día,
aquí, junto a mi soledad.

Y aquí, en mi lecho de muerte te dejo,
el mejor obsequio que te puedan dar,
te dejo mi corazón todo entero,
cuidado, no lo mates, por piedad.

Te dejo, una declaración de amor en serio,
que nunca me he atrevido a confesar,
por miedo a que te enfadaras
y tu amistad se perdiera al final.

Espero sólo de ti, un pequeño hueco
en tu corazón, poder encontrar,
cuando ames a otro hombre, guapo, sensual,
que te haya vuelto loca de verdad.

Adiós, querida, nunca te he de olvidar,
ya que a ti te debo las ganas de vivir,
te debo las ganas de amar.
A ti te debo mis ganas de estudiar,
y sobre todo te debo, los buenos ratos
que junto a ti he llegado a pasar.

Bueno y ya para despedirme te ofrezco,
en espera de que estas líneas no te hagan llorar,
un beso cariñoso y un abrazo caluroso,
que nunca te he de negar.
Te dejo, ante todo, este poema,
que tantas lágrimas me va a costar.

Adiós, o mejor dicho, hasta pronto,
ya que si yo no te conociera,
como a ti te conozco,
diría, que para ti, no significo nada,
pero sé que en el fondo de tu alma,
eres tú, quién más me ama;
y vendrás a mí, para llorar tu desgracia.

Vendrás a mí, para ser por mí querida,
vendrás a mí, para ser por mi amada,
y no te marcharás,
te quedarás hasta el alba,
en la que nos encontrarán a los dos,
muertos por amor, solos tu y yo,
de los demás no hay nada.

Y en estos momentos, en que todo he confesado,
un brillo en tu mirada he notado.
Será verdad, lo que me pareció ver
escondido en tu fugaz mirada.
Será verdad, que es tu corazón,
quien más me ama, será verdad
o es sólo que mi corazón, engañado,
dulcemente lo soñaba.

Aclara, por favor, la duda que me mata,
no dejes morir mi corazón, por no estar,
de tu amor segura, como así afirmabas
con tu dulce sonrisa, con tu fugaz mirada.
Dime con sinceridad,
si mi mirada te halaga.
Dime de verdad,
si de mí, tú estás enamorada.
Dime con claridad,
si te puedo ver, a solas,
los fines de semana.

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