No dijo adios
Sientes que debes salvarme,
que puedes curar mis heridas,
te dijeron: nunca es tarde
para ofrecerle una salida.
No fue mi cuerpo a mi alma uncido
en el comienzo de la vida,
ni es mi ocaso bendecido
por una dádiva divina.
Estoy acaso oscurecido
por el dolor de su partida;
no regó mi llanto el campo florecido,
ni fue más suave mi caída.
Solo recuerdo sus ojos perdidos,
su mirada profunda y vacía,
el roce de su mano fría,
y en sus labios oculta una despedida.
Para BP
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