27.- LA CAMPANA

Campana que suenas tan alta,
ahí en el alto campanario.
Campana que tu son resuena
allí tan alto en la montaña,
ruega a Dios por esta alma
que muere sin conocer nada.

Campana ruega por mí,
pero hazlo en voz baja,
acalla tu tañir de vieja plata,
no anuncies mi morir al alba.

Campana que antes me sonabas,
tan alegre, tan ufana
y ahora me suenas tan amarga.

Deja de lanzar al viento
tus notas tan cansadas.
Deja en paz mi alma
y espera que termine mi plegaria.

Acalla tu son reloj, para hasta el alba,
no acortes mi vida con tu marcha,
deja que mi alma acabe en calma.
Calla reloj tu tic-tac que amarga
mi vida ya terminada.

No me indiques más la llegada del alba,
hazme el favor y calla,
ahora que ya calla la campana,
calla tu, reloj, no enciendas mi alma,
quédate en silencio, no digas nada,
déjame terminar mi plegaria.

No venga señor cura,
que mi alma ya está confesada.
No venga, deje tranquila mi calma,
que confesar no tengo nada,
ya que mi vida, tal como llegó se marcha,
pura y cristalina al alba,
déjeme solo que termine mi plegaria.
Tenga bondad señor cura
y déjeme sólo hasta la mañana.

Carceleros que mi vida se acaba,
dejad abierta la celda,
que mi vida se acaba y no escapa,
dejadme sólo para acabar mi plegaria.
No dudéis que mi alma no saldrá
y morirá al alba.

Gracias por dejarme tan solo,
para acabar mi plegaria,
en esta mi última estancia
y aunque sea entre estas barras,
donde mi vida se acaba
yo muero feliz al alba.

Paso a paso mi vida avanza,
paso a paso la muerte cercana
espera fuera con su guadaña,
con su mirada fría como la mañana,
a que yo salga y diga mi plegaria.
Espera, por favor, no la tengo acabada,
gracias, muerte negra, por dar tregua
a esta vida que se acaba.

Ya despierta el alba,
ya entra la luz cortada
por la reja de mi ventana,
ya oigo pasos cerca de la sala,
ya poco tiempo queda a mi plegaria,
y en estos últimos momentos,
en los que la vida se acaba,
yo dejo salir los recuerdos
y plasmo en este dulce verso,
mis palabras para una joven lozana.

Aunque nunca fue mía tu alma,
aunque nunca fue tu beso,
mío, como caricia temprana,
aunque nunca de ti recibí
palabra de amor que me confirmara,
si tú me querías, como yo te amaba,
yo pasé momentos felices junto a ti,
momentos que la pluma plasma,
ahora que mi vida se acaba,
¿porqué he de callar?, si el que te ama,
tiene que morir al alba.

Querida mía, para ti serán
mis últimas palabras,
y aunque siempre tuve en ti,
una compañera venerada,
una amiga tan bien hallada,
nunca encontrar pude en ti,
una mujer que quisiera ser amada,
y ahora que mi vida veo truncada,
por una acusación sentenciada
a morir en la horca por la mañana,
confesarte yo quiero a ti,
que siempre fue mi vida desprecio
del que más hiere en el alma
y yo siempre soledad sufrí,
aunque por ti acompañado estaba
y siempre mi llanto contuve
para no parar tu dulce canto
y seguí hacia adelante sin vivir
solo atento a tu encanto.

Por mi boca no callar,
ahora mi alegría he perdido
y todo el mundo me acusa
y crimen no he cometido,
que mi alma muere pura,
sin haber a nadie ofendido.

¿Porqué la boca de una mujer acusa
a mi alma, y la hace pagar su locura?
¿Porqué no vienes en mi defensa?
¿Que te impide salvar mi vida?

Ya estás aquí carcelero, es el alba,
pero escucha mi ruego, espera,
escucha el canto que mi alma llora.

Un momento señor cura,
confesar ahora quiero,
que la mujer que fuera me acusa,
que espera para colgar mi alma pura,
miente, señor cura,
y aunque sé que no puede salvar mi vida,
confirme al reo con toda su dulzura,
y escuche ahora mi plegaria.

Decirle quiero, señor cura,
que nunca fue mía la locura,
que nunca fue de mi su dulzura,
que nunca tuve su figura,
que nunca vi desnuda
a la mujer, que en la plaza acusa,
que fuera espera, para colgar mi vida pura.

Acompañe señor cura a este reo,
al centro de la plaza y apiade mi alma
en el momento supremo de la mañana.

Pasillo a pasillo, avanzamos,
de celda en celda pasamos,
y ahora, juntos los tres
a la escalera llegamos.

Escalera que conduce a la plaza efímera,
la que siempre vio alegría,
hoy presenciará pena,
hoy morirá un joven poeta
por odiarlo una doncella.

!Maldita por ser tan bella¡
¿porqué tuviste que despertar mi alba?,
y ahora me condenas sin hacerte yo nada.

Ya me encuentro en el centro de la plaza,
ya todo se acaba, se va mi alma.
Como último deseo le ruego,
que mande mi plegaria a la persona indicada,
que ella se entere de lo que me pasa,
mande a la dirección apuntada,
ésta, mi última palabra.

Se lo pido por Dios, que mi vida se acaba,
deme su palabra de honor,
que sepa ella todo lo que me ha pasado,
y que me vengue, ya que de morir colgado
por ella no puedo ser salvado.

Ahora ya puedes colgar, verdugo,
mi cuello en la soga de esparto.
Ya puedes hacer tu trabajo, enterrador,
entierra mi cuerpo en un cajón,
el que tengas más barato,
que no pague mucho la mujer,
que a mi vida le ha puesto
un final anticipado.

Y ahora campana de la alta montaña,
toca tu canción anunciada,
anuncia a los vientos mi muerte callada,
que llegue tu canto a los oídos de mi amada,
que lo sepa todo, no calles ahora nada.
Y tu reloj avanza, ahora con tu sonoro canto,
que siempre sepa la hora en la que he caído,
envuelto en el dolor de mi triste llanto.

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